Teobaldo vino al mundo. Su madre murió al darlo á luz, su padre pereció algunos años después en una emboscada, peleando como bueno contra los enemigos de Dios.
Desde este punto, la juventud del primogénito de Fortcastell sólo puede compararse á un huracán. Por donde pasaba se veía señalando su camino un rastro de lágrimas y de sangre. Ahorcaba á sus pecheros, se batía con sus iguales, perseguía á las doncellas, daba de palos á los monges, y en sus blasfemias y juramentos ni dejaba Santo en paz ni cosa sagrada que no maldijese.
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