A los costados de un vagón de tercera, por sendas ventanillas, asomaba fusiles y tricornios la Benemérita Pareja. Como un gato, se descolgaba la sombra adolescente de un pícaro, y luego corría a campo traviesa. Jadeaba el tren. Ahora, por el mismo costado del vagón, asomaban parejos los cañones de dos fusiles. Apuntaban. Sonaron alternos disparos, y el pícaro que corría echó los pies por alto con brusca zapateta. Murmuró un inglés, vendedor de Evangelios:
-¿Lo han morido, señores Guardias?
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