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espirituales cruzadas entre los concurrentes, y creeríase que estas
frases y esos dichos, como golondrina que se entra por casualidad en una
habitación, volaban chocando contra los muros, azotando los techos con
sus alas y resbalando por los rincones hasta encontrar una salida.
imposible penetrar. Como le he dicho a usted, a esa mujer la he conocido
por casualidad: tenía yo amores con Julia, que iba todos los domingos a
oír misa a San Antonio; yo esperaba su salida paseando por las calles
circunvecinas. Vi asomarse a Elvira a su ventana, comencé a pasear la
calle, se fijó en mí; tiene una criada vieja, que nos sirvió para
establecer nuestra correspondencia: pero Elvira jamás sale de su casa…
cabeza más bella y más encantadora que había visto en mi vida. Era de
una mujer como de veinte años; los ojos negros, grandes, brillantes,
denunciando un alma ardiente y un corazón apasionado. Una cabellera
negra, ligeramente ondulada, sujeta por detrás, formando nudos, como las
estatuas griegas; una boca fresca, entreabierta y mostrando parte de
una magnífica dentadura.